Salmo 31
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí y ven pronto a socorrerme. Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte: por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Yo detesto a los que veneran ídolos vanos y confío en el Señor.
¡Tu amor será mi gozo y mi alegría! Cuando tú viste mi aflicción y supiste que mi vida peligraba,
no me entregaste al poder del enemigo, me pusiste en un lugar espacioso.
Ten piedad de mí, Señor, porque estoy angustiado: mis ojos, mi garganta y mis entrañas están extenuados de dolor.
Mi vida se consume de tristeza, mis años, entre gemidos; mis fuerzas decaen por la aflicción y mis huesos están extenuados.
Soy la burla de todos mis enemigos y la irrisión de mis propios vecinos; para mis amigos soy motivo de espanto, los que me ven por la calle huyen de mí.
Como un muerto, he caído en el olvido, me he convertido en una cosa inútil.
Oigo los rumores de la gente y amenazas por todas partes, mientras se confabulan contra mí y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: 'Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos'. Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen.
Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia;
Señor, que no me avergüence de haberte invocado. Que se avergüencen los malvados y bajen mudos al Abismo;
que enmudezcan los labios mentirosos, los que profieren insolencias contra el justo con soberbia y menosprecio.
¡Qué grande es tu bondad, Señor! Tú la reservas para tus fieles; y la brindas a los que se refugian en ti, en la presencia de todos.
Tú los ocultas al amparo de tu rostro de las intrigas de los hombres; y los escondes en tu Tienda de campaña, lejos de las lenguas pendencieras.
¡Bendito sea el Señor! Él me mostró las maravillas de su amor en el momento del peligro.
En mi turbación llegué a decir: 'He sido arrojado de tu presencia'. Pero tú escuchaste la voz de mi súplica, cuando yo te invocaba.
Amen al Señor, todos sus fieles, porque él protege a los que son leales y castiga con severidad a los soberbios.
Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor.
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Salmo 32
¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!
Mientras me quedé callado, mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se secaba por los ardores del verano. Pausa
Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: 'Confesaré mis faltas al Señor'. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos.
Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. Pausa
Yo te instruiré, te enseñaré el camino que debes seguir; con los ojos puestos en ti, seré tu consejero.
No sean irracionales como el caballo y la mula, cuyo brío hay que contener con el bozal y el freno para poder acercarse.
¡Cuántos son los tormentos del malvado! Pero el Señor cubrirá con su amor al que confía en él.
¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón!
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Salmo 33
Aclamen, justos, al Señor: es propio de los buenos alabarlo.
Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor.
La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales;
él encierra en un cántaro las aguas del mar y pone en un depósito las olas del océano.
Que toda la tierra tema al Señor, y tiemblen ante él los habitantes del mundo;
porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste.
El Señor frustra el designio de las naciones y deshace los planes de los pueblos,
pero el designio del Señor permanece para siempre, y sus planes, a lo largo de las generaciones.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se eligió como herencia!
El Señor observa desde el cielo y contempla a todos los hombres;
él mira desde su trono a todos los habitantes de la tierra;
modela el corazón de cada uno y conoce a fondo todas sus acciones.
El rey no vence por su mucha fuerza ni se libra el guerrero por su gran vigor;
de nada sirven los caballos para la victoria: a pesar de su fuerza no pueden salvar.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra alma espera en el Señor: él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Nuestro corazón se regocija en él: nosotros confiamos en su santo Nombre.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti.
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Salmo 34
Cuando se fingió demente delante de Abimélec, y tuvo que irse, echado por él.
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores.
Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian!
Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada.
Vengan, hijos, escuchen: voy a enseñarles el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices?
Guarda tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas.
Apártate del mal y practica el bien, busca la paz y sigue tras ella.
Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos.
Él cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo.
La maldad hará morir al malvado, y los que odian al justo serán castigados;
Pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados.
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Salmo 35
Toma el escudo y el broquel, levántate y ven en mi ayuda;
empuña la lanza y la jabalina para enfrentar a mis perseguidores; dime: 'Yo soy tu salvación'.
Que sufran una derrota humillante los que intentan quitarme la vida; que vuelvan la espalda confundidos los que traman mi perdición.
Que sean como la paja ante el viento, mientras el Ángel del Señor los arrastra;
que su camino sea oscuro y resbaladizo, mientras el Ángel del Señor los persigue.
Porque me tendieron sus redes sin motivo y me cavaron una fosa mortal:
¡que los sorprenda un desastre imprevisto; que sean atrapados por sus propias redes, y caigan en la fosa que ellos mismos cavaron!
Pero yo me alegraré en el Señor, me regocijaré por su victoria;
todo mi ser proclamará: 'Señor, no hay nadie igual a ti; tú libras al débil de las manos del más fuerte, y al pobre, de aquel que lo despoja'.
Se presentan contra mí testigos falsos; me piden cuenta de cosas que ignoro;
me devuelven mal por bien, dejando mi alma desolada.
Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos, me cubría con ropas de penitente, afligía mi alma con ayunos y oraba con la cabeza inclinada.
Ellos eran para mí como un amigo o un hermano, y yo andaba triste y abatido, como quien llora la muerte de su madre.
Pero cuando tropecé ellos se alegraron, se juntaron todos contra mí y me golpearon sorpresivamente; me desgarraban sin cesar,
se burlaban de mí con crueldad y rechinaban contra mí sus dientes.
Señor, ¿cuánto tiempo vas a tolerarlo? Líbrame de los animales rugientes, salva mi vida de los leones;
y te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré en medio de una multitud.
¡Que no canten victoria mis enemigos traicioneros, ni se guiñen el ojo los que me odian sin motivo!
Ellos no hablan de paz, sino que atacan a los oprimidos de la tierra; traman planes engañosos
y se ríen de mí a carcajadas, diciendo: 'Lo hemos visto con nuestros propios ojos'.
Tú también lo has visto, Señor, no te calles; no te quedes lejos de mí, Señor:
¡despiértate, levántate, Dios mío, Señor mío, defiende mi causa!
Júzgame según tu justicia, Señor: Dios mío, que no canten victoria sobre mí;
que no piensen: 'Se cumplió nuestro deseo', ni digan: 'Lo hemos devorado'.
Que sufran una derrota humillante los que se alegran de mi desgracia; que se cubran de confusión y de vergüenza los que se envalentonan contra mí.
Canten, en cambio, y alégrense, los que desean mi triunfo; los que desean mi felicidad, repitan siempre: '¡Qué grande es el Señor!'
Entonces mi lengua pregonará tu justicia, y cada día proclamaré tu alabanza.
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Salmo 36
El pecado habla al impío en el fondo de su corazón; para él no hay temor de Dios,
porque se mira con tan buenos ojos que no puede descubrir ni aborrecer su culpa.
Las palabras de su boca son maldad y traición; dejó de ser sensato y de practicar el bien;
en su lecho, sólo piensa hacer el mal, se obstina en el camino del crimen y no reprueba al malvado.
Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo, tu fidelidad hasta las nubes.
Tu justicia es como las altas montañas, tus juicios, como un océano inmenso. Tú socorres a los hombres y a las bestias:
¡qué inapreciable es tu misericordia, Señor! Por eso los hombres se refugian a la sombra de tus alas.
Se sacian con la abundancia de tu casa, les das de beber del torrente de tus delicias.
En ti está la fuente de la vida, y por tu luz vemos la luz.
Extiende tu gracia sobre los que te reconocen, y tu justicia sobre los rectos de corazón.
¡Que el pie del orgulloso no me alcance ni me derribe la mano del malvado!
Miren cómo cayeron los malhechores: fueron derribados, y ya no podrán levantarse.
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Salmo 37
No te exasperes a causa de los malos, ni envidies a los que cometen injusticias,
porque pronto se secarán como el pasto y se marchitarán como la hierba verde.
Confía en el Señor y practica el bien; habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite, y él colmará los deseos de tu corazón.
Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol y tu derecho, como la luz del mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él; no te exasperes por el hombre que triunfa, ni por el que se vale de la astucia para derribar al pobre y al humilde.
Domina tu enojo, reprime tu ira; no te exasperes, no sea que obres mal:
porque los impíos serán aniquilados, y los que esperan al Señor, poseerán la tierra.
Un poco más, y el impío ya no existirá; si buscas su casa, ya no estará;
pero los humildes poseerán la tierra Mateo 5, 5 y gozarán de una gran felicidad.
El malvado urde intrigas contra el justo, y al verlo, rechinan sus dientes;
pero el Señor se burla de él, sabiendo que se le acerca la hora.
Los impíos desenvainan la espada y tienden sus arcos para matar al justo;
pero su espada les atravesará el corazón y sus arcos quedarán destrozados.
Vale más la pobreza del justo que las grandes riquezas del malvado:
porque los brazos del impío se quebrarán, pero el Señor sostiene a los justos.
El Señor se preocupa de los buenos y su herencia permanecerá para siempre;
no desfallecerán en los momentos de penuria, y en tiempos de hambre quedarán saciados.
Pero los malvados irán a la ruina, y los enemigos del Señor pasarán como la hermosura de los prados, se disiparán más pronto que el humo.
El impío pide prestado y no devuelve, el justo, en cambio, da con generosidad;
los que el Señor bendice, poseerán la tierra, y los que él maldice, serán exterminados.
El Señor asegura los pasos del hombre en cuyo camino se complace:
aunque caiga no quedará postrado, porque el Señor lo lleva de la mano.
Yo fui joven, ahora soy viejo, y nunca vi a un justo abandonado, ni a sus hijos mendigando el pan;
él presta siempre con generosidad y su descendencia será bendecida.
Aléjate del mal, practica el bien, y siempre tendrás una morada,
porque el Señor ama la justicia y nunca abandona a sus fieles. Los impíos serán aniquilados y su descendencia quedará extirpada,
pero los justos poseerán la tierra y habitarán en ella para siempre.
La boca del justo expresa sabiduría y su lengua dice lo que es recto:
la ley de Dios está en su corazón y sus pasos no vacilan.
El malvado está al acecho del justo con la intención de matarlo,
pero el Señor no lo abandona en sus manos ni deja que lo condenen en el juicio.
Espera en el Señor y sigue su camino: él te librará de los impíos; te honrará con la posesión de la tierra y tú mismo verás la ruina de los malos.
Yo vi a un impío lleno de arrogancia, que florecía como un cedro frondoso;
pasé otra vez, y ya no estaba, lo busqué, y no se lo pudo encontrar.
Observa al inocente, fíjate en el bueno: el que busca la paz tendrá una descendencia;
pero los pecadores serán aniquilados y su descendencia quedará extirpada.
La salvación de los justos viene del Señor, él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera, los salva porque confiaron en él.
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Salmo 38
Señor, no me reprendas por tu enojo ni me castigues por tu indignación.
Porque me han traspasado tus flechas y tu brazo se descargó sobre mí:
no hay parte sana en mi carne, a causa de tu furor. No hay nada intacto en mis huesos, a causa de mis pecados;
me siento ahogado por mis culpas: son como un peso que supera mis fuerzas.
Mis heridas hieden y supuran, a causa de mi insensatez;
estoy agobiado, decaído hasta el extremo, y ando triste todo el día.
Siento un ardor en mis entrañas, y no hay parte sana en mi carne;
estoy agotado, deshecho totalmente, y rujo con más fuerza que un león.
Tú, Señor, conoces todos mis deseos, y no se te ocultan mis gemidos:
mi corazón palpita, se me acaban las fuerzas, y me falta hasta la luz de mis ojos.
Mis amigos y vecinos se apartan de mis llagas, mis parientes se mantienen a distancia;
los que atentan contra mí me tienden lazos, y los que buscan mi ruina me amenazan de muerte; todo el día proyectan engaños.
Pero yo, como un sordo, no escucho; como un mudo, no abro la boca:
me parezco a uno que no oye y no tiene nada que replicar.
Yo espero en ti, Señor: tú me responderás, Señor, Dios mío.
Sólo te pido que no se rían de mí, ni se aprovechen cuando tropiecen mis pies.
Porque estoy a punto de caer y el dolor no se aparta de mí:
sí, yo confieso mi culpa y estoy lleno de pesar por mi pecado.
Mi enemigos mortales son fuertes; y son muchos los que me odian sin motivo,
los que me retribuyen con maldades y me atacan porque busco el bien.
Pero tú, Señor, no me abandones, Dios mío, no te quedes lejos de mí;
¡apresúrate a venir en mi ayuda, mi Señor, mi salvador!
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Salmo 39
Yo pensé: 'Voy a vigilar mi proceder para no excederme con la lengua; le pondré una mordaza a mi boca, mientras tenga delante al malvado'.
Entonces me encerré en el silencio, callé, pero no me fue bien: el dolor se me hacía insoportable;
el corazón me ardía en el pecho, y a fuerza de pensar, el fuego se inflamaba, ¡hasta que al fin tuve que hablar!
Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis días, para que comprenda lo frágil que soy:
no me diste más que un palmo de vida, y mi existencia es como nada ante ti. Ahí está el hombre: es tan sólo un soplo, Pausa
pasa lo mismo que una sombra; se inquieta por cosas fugaces y atesora sin saber para quién.
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Mi esperanza está puesta sólo en ti:
líbrame de todas mis maldades, y no me expongas a la burla de los necios.
Yo me callo, no me atrevo a abrir la boca, porque eres tú quien hizo todo esto.
Aparta de mí tus golpes: ¡me consumo bajo el peso de tu mano!
Tú corriges a los hombres, castigando sus culpas; carcomes como la polilla sus tesoros: un soplo, nada más, es todo hombre. Pausa
Escucha, Señor, mi oración; presta oído a mi clamor; no seas insensible a mi llanto, porque soy un huésped en tu casa, un peregrino, lo mismo que mis padres.
No me mires con enojo, para que pueda alegrarme, antes que me vaya y ya no exista más.
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Salmo 40
Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos.
Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor.
¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza, y no se vuelve hacia los rebeldes que se extravían tras la mentira!
¡Cuántas maravillas has realizado, Señor, Dios mío! Por tus designios en favor nuestro, nadie se te puede comparar. Quisiera anunciarlos y proclamarlos, pero son innumerables.
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: 'Aquí estoy.'
En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón'.
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor.
No escondí tu justicia dentro de mí, proclamé tu fidelidad y tu salvación, y no oculté a la gran asamblea tu amor y tu fidelidad.
Y tú, Señor, no te niegues a tener compasión de mí; que tu amor y tu fidelidad me protejan sin cesar.
Porque estoy rodeado de tantos males, que es imposible contarlos. Las culpas me tienen atrapado y ya no alcanzo a ver: son más que los cabellos de mi cabeza, y me faltan las fuerzas.
Líbrame, Señor, por favor; Señor, ven pronto a socorrerme.
Que se avergüencen y sean humillados los que quieren acabar con mi vida. Que retrocedan confundidos los que desean mi ruina;
queden pasmados de vergüenza los que se ríen de mí.
Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que desean tu victoria: '¡Qué grande es el Señor!'
Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí; tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío!
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Salmo 41
Feliz el que se ocupa del débil y del pobre: el Señor lo librará en el momento del peligro.
El Señor lo protegerá y le dará larga vida, lo hará dichoso en la tierra y no lo entregará a la avidez de sus enemigos.
El Señor lo sostendrá en su lecho de dolor y le devolverá la salud.
Yo dije: 'Ten piedad de mí, Señor, sáname, porque pequé contra ti'.
Mis enemigos sólo me auguran desgracias: '¿Cuándo se morirá y desaparecerá su nombre?'
Si alguien me visita, habla con falsedad, recoge malas noticias y las divulga al salir.
Mis adversarios se juntan para murmurar contra mí, y me culpan de los males que padezco, diciendo:
'Una enfermedad incurable ha caído sobre él; ese que está postrado no volverá a levantarse'.
Hasta mi amigo más íntimo, en quien yo confiaba, el que comió mi pan, se puso contra mí.
Pero tú, Señor, ten piedad de mí; levántame y les daré su merecido.
En esto reconozco que tú me amas, en que mi enemigo no canta victoria sobre mí.
Tú me sostuviste a causa de mi integridad, y me mantienes para siempre en tu presencia. * * *
¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, desde siempre y para siempre! ¡Amén! ¡Amén!
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Salmo 42
Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré.
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi único pan de día y de noche, mientras me preguntan sin cesar: '¿Dónde está tu Dios?'
Al recordar el pasado, me dejo llevar por la nostalgia: ¡cómo iba en medio de la multitud y la guiaba hacia la Casa de Dios, entre cantos de alegría y alabanza, en el júbilo de la fiesta!
¿Por qué te deprimes, alma mía? ¿Por qué te inquietas? Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios.
Mi alma está deprimida: por eso me acuerdo de ti, desde la tierra del Jordán y el Hermón, desde el monte Misar.
Un abismo llama a otro abismo, con el estruendo de tus cataratas; tus torrentes y tus olas pasaron sobre mí.
De día, el Señor me dará su gracia; y de noche, cantaré mi alabanza al Dios de mi vida.
Diré a mi Dios: 'Mi Roca, ¿por qué me has olvidado? ¿Por qué tendré que estar triste, oprimido por mi enemigo?'
Mis huesos se quebrantan por la burla de mis adversarios; mientras me preguntan sin cesar: '¿Dónde está tu Dios?'
¿Por qué te deprimes, alma mía? ¿Por qué te inquietas? Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios.
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Salmo 43
Júzgame, Señor, y defiende mi causa contra la gente sin piedad; líbrame del hombre falso y perverso.
Si tú eres mi Dios y mi fortaleza, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué tendré que estar triste, oprimido por mi enemigo?
Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré gracias con la cítara, Señor, Dios mío.
¿Por qué te deprimes, alma mía? ¿Por qué te inquietas? Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios.
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Salmo 44
Señor, nuestros padres nos contaron, y por eso llegó a nuestros oídos, la obra que hiciste antiguamente,
con tu propia mano, cuando ellos vivían. Tú expulsaste a las naciones para plantarlos a ellos; y para hacerlos crecer, destruiste a los pueblos.
No ocuparon la tierra con su espada ni su brazo les obtuvo la victoria: fue tu mano derecha y tu brazo, fue la luz de tu rostro, porque los amabas.
Eras tú, mi Rey y mi Dios, el que decidía las victorias de Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo y en tu Nombre aplastamos al agresor.
Porque yo no confiaba en mi arco ni mi espada me dio la victoria:
tú nos salvaste de nuestros enemigos y confundiste a nuestros adversarios.
El Señor ha sido siempre nuestro orgullo: damos gracias a tu Nombre eternamente. Pausa
Pero ahora nos rechazaste y humillaste: dejaste de salir con nuestro ejército,
nos hiciste retroceder ante el enemigo y nuestros adversarios nos saquearon.
Nos entregaste como ovejas al matadero y nos dispersaste entre las naciones;
vendiste a tu pueblo por nada, no sacaste gran provecho de su venta.
Nos expusiste a la burla de nuestros vecinos, a la risa y al escarnio de los que nos rodean;
hiciste proverbial nuestra desgracia y los pueblos nos hacen gestos de sarcasmo.
Mi oprobio está siempre ante mí y mi rostro se cubre de vergüenza,
por los gritos de desprecio y los insultos, por el enemigo sediento de venganza.
¡Y todo esto nos ha sobrevenido sin que nos hayamos olvidado de ti, sin que hayamos traicionado tu alianza!
Nuestro corazón no se volvió atrás ni nuestros pasos se desviaron de tu senda,
como para que nos aplastaras en un lugar desierto y nos cubrieras de tinieblas.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios y recurrido a un dios extraño,
el Señor lo habría advertido, porque él conoce los secretos más profundos.
Por tu causa nos dan muerte sin cesar y nos tratan como a ovejas que van al matadero.
¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes? ¡Levántate, no nos rechaces para siempre!
¿Por qué ocultas tu rostro y te olvidas de nuestra desgracia y opresión?
Estamos hundidos en el polvo, nuestro cuerpo está pegado a la tierra.
¡Levántate, ven a socorrernos; líbranos por tu misericordia!
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Salmo 45
Me brota del corazón un hermoso poema, yo dedico mis versos al rey: mi lengua es como la pluma de un hábil escribiente.
Tú eres hermoso, el más hermoso de los hombres; la gracia se derramó sobre tus labios, porque el Señor te ha bendecido para siempre.
Cíñete, guerrero, la espada a la cintura;
con gloria y majestad, avanza triunfalmente; cabalga en defensa de la verdad y de los pobres. Tu mano hace justicia y tu derecha, proezas;
tus flechas son punzantes, se te rinden los pueblos y caen desfallecidos los rivales del rey.
Tu trono, como el de Dios, permanece para siempre; el cetro de tu realeza es un cetro justiciero:
tú amas la justicia y odias la iniquidad. Por eso el Señor, tu Dios, prefiriéndote a tus iguales, te consagró con el óleo de la alegría:
tus vestiduras exhalan perfume de mirra, áloe y acacia. Las arpas te alegran desde los palacios de marfil;
una hija de reyes está de pie a tu derecha: es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.
¡Escucha, hija mía, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura. Él es tu señor: inclínate ante él;
la ciudad de Tiro vendrá con regalos y los grandes del pueblo buscarán tu favor.
Embellecida con corales engarzados en oro
y vestida de brocado, es llevada hasta el rey. Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían;
con gozo y alegría entran al palacio real.
Tus hijos ocuparán el lugar de tus padres, y los pondrás como príncipes por toda la tierra.
Yo haré célebre tu nombre por todas las generaciones: por eso, los pueblos te alabarán eternamente.
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