Salmo 106
¡Aleluya!
¿Quién puede hablar de las proezas del Señor y proclamar todas sus alabanzas?
¡Felices los que proceden con rectitud, los que practican la justicia en todo tiempo!
Acuérdate de mi, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo; visítame con tu salvación,
para que vea la felicidad de tus elegidos, para que me alegre con la alegría de tu nación y me gloríe con el pueblo de tu herencia.
Hemos pecado, igual que nuestros padres; somos culpables, hicimos el mal:
nuestros padres, cuando estaban en Egipto, no comprendieron tus maravillas; no recordaron la multitud de tus favores, y en el Mar Rojo desafiaron al Altísimo.
Pero él los salvó por amor de su Nombre, para poner de manifiesto su poder:
increpó al Mar Rojo, y este se secó; los llevó por los abismos como por un desierto,
los salvó de las manos del enemigo, los rescató del poder del adversario.
El agua cubrió a sus opresores, ni uno solo quedó con vida:
entonces creyeron en sus palabras y cantaron sus alabanzas.
Pero muy pronto se olvidaron de sus obras, no tuvieron en cuenta su designio;
ardían de avidez en el desierto y tentaron a Dios en la soledad:
entonces, él les dio lo que pedían, pero hizo que una enfermedad los consumiera.
En el campamento tuvieron celos de Moisés, y de Aarón, el consagrado al Señor;
pero se abrió la tierra y devoró a Datán, se cerró sobre Abirón y sus secuaces:
ardió un fuego contra aquella turba, y las llamas abrasaron a los malvados.
En Horeb se fabricaron un ternero, adoraron una estatua de metal fundido:
así cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come pasto.
Olvidaron a Dios, que los había salvado y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam y portentos junto al Mar Rojo.
El Señor amenazó con destruirlos, pero Moisés, su elegido, se mantuvo firme en la brecha para aplacar su enojo destructor.
Despreciaron una tierra apetecible, no creyeron en su palabra;
murmuraron dentro de sus carpas y no escucharon la voz del Señor.
Pero él alzó la mano y les juró que los haría morir en el desierto,
que dispersaría a sus descendientes por los pueblos y los diseminaría por diversas regiones.
Luego se unieron al Baal de Peor y comieron víctimas ofrecidas a dioses muertos;
con esas acciones irritaron al Señor y cayó sobre ellos una plaga.
Pero Pinjás se levantó e hizo justicia, y entonces cesó la plaga:
esto le fue tenido en cuenta a su favor, por todas las generaciones, para siempre.
Irritaron al Señor junto a las aguas de Meribá, y Moisés sufrió mucho por culpa de ellos,
porque lo amargaron profundamente, y él no supo medir sus palabras.
No exterminaron a los pueblos como el Señor les había mandado;
se mezclaron con los paganos e imitaron sus costumbres;
rindieron culto a sus ídolos, que fueron para ellos una trampa.
Sacrificaron en honor de los demonios a sus hijos y a sus hijas;
derramaron sangre inocente, y la tierra quedó profanada.
Se mancharon con sus acciones y se prostituyeron con su mala conducta;
por eso el Señor se indignó contra su pueblo y abominó de su herencia.
Los puso en manos de las naciones y fueron dominados por sus enemigos;
sus adversarios los oprimieron y los sometieron a su poder.
El Señor los libró muchas veces, pero ellos se obstinaron en su actitud, y se hundieron más y más en su maldad.
Sin embargo, él miró su aflicción y escuchó sus lamentos.
Se acordó de su alianza en favor de ellos y se arrepintió por su gran misericordia;
hizo que les tuvieran compasión los que los habían llevado cautivos.
Sálvanos, Señor y Dios nuestro; congréganos de entre las naciones, para que podamos dar gracias a tu santo Nombre y gloriarnos de haberte alabado.
¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde ahora y para siempre! Y todo el pueblo diga: ¡Amén! ¡Aleluya!
Acceder al Salmo 106
Salmo 107
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo digan los redimidos por el Señor, los que él rescató del poder del enemigo
y congregó de todas las regiones: del norte y del sur, del oriente y el occidente;
los que iban errantes por el desierto solitario, sin hallar el camino hacia un lugar habitable.
Estaban hambrientos, tenían sed y ya les faltaba el aliento;
pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones:
los llevó por el camino recto, y así llegaron a un lugar habitable.
Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres,
porque él sació a los que sufrían sed y colmó de bienes a los hambrientos.
Estaban en tinieblas, entre sombras de muerte, encadenados y en la miseria,
por haber desafiado las órdenes de Dios y despreciado el designio del Altísimo.
Él los había agobiado con sufrimientos, sucumbían, y nadie los ayudaba;
pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones:
los sacó de las tinieblas y las sombras, e hizo pedazos sus cadenas.
Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres,
porque él destrozó las puertas de bronce y quebró los cerrojos de hierro.
Estaban debilitados y oprimidos, a causa de sus rebeldías y sus culpas;
la comida les daba náuseas, y ya tocaban las puertas de la muerte.
Pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones:
envió su palabra y los sanó, salvó sus vidas del sepulcro.
Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres:
ofrézcanle sacrificios de acción de gracias y proclamen con júbilo sus obras.
Los que viajaron en barco por el mar, para traficar por las aguas inmensas,
contemplaron las obras del Señor, sus maravillas en el océano profundo.
Con su palabra desató un vendaval, que encrespaba las olas del océano:
ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo, se sentían desfallecer por el mareo,
se tambaleaban dando tumbos como ebrios, y su pericia no les valía de nada.
Pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones:
cambió el huracán en una brisa suave y se aplacaron las olas del mar;
entonces se alegraron de aquella calma, y el Señor los condujo al puerto deseado.
Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres:
aclámenlo en la asamblea del pueblo, alábenlo en el consejo de los ancianos.
Él hizo de los ríos un desierto y de los oasis, una tierra estéril;
transformó el suelo fértil en una salina, por la maldad de sus habitantes.
Convirtió el desierto en un lago, y la tierra reseca en un oasis:
allí puso a los hambrientos, y ellos fundaron una ciudad habitable.
Sembraron campos y plantaron viñas, que produjeron frutos en las cosechas;
él los bendijo y se multiplicaron, y no dejó que les faltara el ganado.
Cuando eran pocos, y estaban abatidos por el peso de la desgracia y la aflicción,
el que cubre de vergüenza a los príncipes y los extravía por un desierto sin huellas,
levantó a los pobres de la miseria y multiplicó sus familias como rebaños.
Que los justos lo vean y se alegren, y enmudezcan todos los malvados.
El que es sabio, que retenga estas cosas y comprenda la misericordia del Señor.
Acceder al Salmo 107
Salmo 108
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar al son de instrumentos: ¡despierta, alma mía!
¡Despierten, arpa y cítara, para que yo despierte a la aurora!
Te alabaré en medio de los pueblos, Señor, te cantaré entre las naciones,
porque tu misericordia se eleva hasta el cielo y tu fidelidad hasta las nubes.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra!
¡Sálvanos con tu poder, respóndenos, para que se pongan a salvo tus predilectos!
El Señor habló desde su Santuario: 'Yo repartiré triunfalmente a Siquém y distribuiré el valle de Sucot.
Mío es Galaad, Manasés me pertenece, Efraím es mi yelmo, mi cetro es Judá.
Moab es la vasija donde yo me lavo; plantaré mis sandalias en Edóm y cantaré victoria sobre Filistea'.
¿Quién me llevará hasta la ciudad fortificada, quién me conducirá hasta Edóm,
si tú, Señor, nos has rechazado y ya no sales con nuestro ejército?
Danos tu ayuda contra el adversario, porque es inútil el auxilio de los hombres.
Con Dios alcanzaremos la victoria, y él aplastará a nuestros enemigos.
Acceder al Salmo 108
Salmo 109
Dios de mi alabanza, no te quedes callado,
porque unos hombres malvados y mentirosos han abierto su boca contra mí. Me han hablado con mentira en los labios,
me han envuelto con palabras de odio, me combaten sin motivo.
Me acusan, a cambio de mi amor, aunque yo oraba por ellos.
Me devuelven mal por bien y odio por amor, diciendo:
'Que se ponga contra él a un impío, y tenga un acusador a su derecha;
que salga condenado del juicio y su apelación quede frustrada.
Que sean pocos sus días y que otro ocupe su cargo;
que sus hijos queden huérfanos, y su mujer, viuda.
Que sus hijos vayan errantes, pidiendo limosna, y sean echados de sus casas derruidas;
que el acreedor se apodere de sus bienes, y gente extraña le arrebate sus ganancias.
Que ni uno solo le tenga piedad, y nadie se compadezca de sus huérfanos;
que su posteridad sea exterminada, y en una generación desaparezca su nombre.
Que el Señor recuerde la culpa de sus padres, y no borre el pecado de su madre:
que estén siempre delante del Señor, y él extirpe su recuerdo de la tierra.
Porque nunca pensó en practicar la misericordia, sino que persiguió hasta la muerte al pobre, al desvalido y al hombre atribulado.
Amó la maldición: que recaiga sobre él; no quiso la bendición: que se retire de él.
Se revistió de la maldición como de un manto: ¡que ella penetre como agua en su interior y como aceite en sus huesos;
que sea como un vestido que lo cubra y como un cinturón que lo ciña para siempre!'
Que así retribuya el Señor a mis acusadores, a aquellos que me calumnian.
Pero tú, Señor, trátame bien, por el honor de tu Nombre; líbrame, por la bondad de tu misericordia.
Porque yo soy pobre y miserable, y mi corazón está traspasado;
me desvanezco como sombra que declina, soy sacudido como la langosta.
De tanto ayunar se me doblan las rodillas, y mi cuerpo está débil y enflaquecido;
soy para ellos un ser despreciable: al verme, mueven la cabeza.
Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame por tu misericordia,
para que sepan que aquí está tu mano, y que tú, Señor, has hecho esto;
no importa que ellos maldigan, con tal que tú me bendigas. Queden confundidos mis adversarios, mientras tu servidor se llena de alegría:
que mis acusadores se cubran de oprobio, y la vergüenza los envuelva como un manto.
Yo daré gracias al Señor en alta voz, lo alabaré en medio de la multitud,
porque él se puso de parte del pobre, para salvarlo de sus acusadores.
Acceder al Salmo 109
Salmo 110
El Señor extenderá el poder de tu cetro: '¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!'
'Tú eres príncipe desde tu nacimiento, con esplendor de santidad; yo mismo te engendré como rocío, desde el seno de la aurora'.
El Señor lo ha jurado y no se retractará: 'Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec'.
A tu derecha, Señor, él derrotará a los reyes, en el día de su enojo;
juzgará a las naciones, amontonará cadáveres y aplastará cabezas por toda la tierra.
En el camino beberá del torrente, por eso erguirá su cabeza.
Acceder al Salmo 110
Salmo 111
¡Aleluya! Doy gracias al Señor de todo corazón, en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor: los que las aman desean comprenderlas.
Su obra es esplendor y majestad, su justicia permanece para siempre.
Él hizo portentos memorables, el Señor es bondadoso y compasivo.
Proveyó de alimento a sus fieles y se acuerda eternamente de su alianza.
Manifestó a su pueblo el poder de sus obras, dándole la herencia de las naciones.
Las obras de sus manos son verdad y justicia; todos sus preceptos son indefectibles:
están afianzados para siempre y establecidos con lealtad y rectitud.
Él envió la redención a su pueblo, promulgó su alianza para siempre: su Nombre es santo y temible.
El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría: son prudentes los que lo practican. ¡El Señor es digno de alabanza eternamente!
Acceder al Salmo 111
Salmo 112
¡Aleluya! Feliz el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos.
Su descendencia será fuerte en la tierra: la posteridad de los justos es bendecida.
En su casa habrá abundancia y riqueza, su generosidad permanecerá para siempre.
Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo.
Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud.
El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre.
No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor.
Su ánimo está seguro, y no temerá, hasta que vea la derrota de sus enemigos.
Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se enfurece, rechinan sus dientes y se consume; pero la ambición de los malvados se frustrará.
Acceder al Salmo 112
Salmo 113
¡Aleluya! Alaben, servidores del Señor, alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas,
y se inclina para contemplar el cielo y la tierra?
Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria,
para hacerlo sentar entre los nobles, entre los nobles de su pueblo;
él honra a la mujer estéril en su hogar, haciendo de ella una madre feliz.
Acceder al Salmo 113
Salmo 114
Cuando Israel salió de Egipto, la familia de Jacob, de un pueblo extranjero,
Judá se convirtió en su Santuario, la tierra de Israel fue su dominio.
El Mar, al verlos, huyó, el Jordán se volvió atrás;
los montes saltaron como carneros y las colinas, como corderos.
¿Qué tienes, Mar? ¿Por qué huyes? Y tú, Jordán, ¿por qué te vuelves atrás?
Montes, ¿por qué saltan como carneros, y ustedes, colinas, como corderos?
Tiembla, tierra, delante del Señor, ante el rostro del Dios de Jacob,
el que convierte las rocas en estanques, y los peñascos en manantiales.
Acceder al Salmo 114
Salmo 115
No nos glorifiques a nosotros, Señor: glorifica solamente a tu Nombre, por tu amor y tu fidelidad.
¿Por qué han de decir las naciones: 'Dónde está su Dios?'
Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra, él hace todo lo que quiere.
Los ídolos, en cambio, son plata y oro, obra de las manos de los hombres.
Tienen boca, pero no hablan, tienen ojos, pero no ven;
tienen orejas, pero no oyen, tienen nariz, pero no huelen.
Tienen manos, pero no palpan, tienen pies, pero no caminan; ni un solo sonido sale de su garganta.
Como ellos serán los que los fabrican, los que ponen en ellos su confianza.
Pueblo de Israel, confía en el Señor: él es tu ayuda y tu escudo;
familia de Aarón, confía en el Señor: él es tu ayuda y tu escudo;
confíen en el Señor todos los que lo temen: él es su ayuda y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga: bendiga al pueblo de Israel, bendiga a la familia de Aarón,
bendiga a los que temen al Señor, a los pequeños y a los grandes.
Que el Señor los multiplique, a ustedes y a sus hijos;
y sean bendecidos por el Señor, que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor, y la tierra la entregó a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, ni tampoco los que bajaron al sepulcro.
Nosotros, los vivientes, bendecimos al Señor, desde ahora y para siempre. ¡Aleluya!
Acceder al Salmo 115
Salmo 116
Amo al Señor, porque él escucha el clamor de mi súplica,
porque inclina su oído hacia mí, cuando yo lo invoco.
Los lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del Abismo, caí en la angustia y la tristeza;
entonces invoqué al Señor: '¡Por favor, sálvame la vida!'
El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo;
el Señor protege a los sencillos: yo estaba en la miseria y me salvó.
Alma mía, recobra la calma, porque el Señor ha sido bueno contigo.
Él libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.
Yo caminaré en la presencia del Señor, en la tierra de los vivientes.
Tenía confianza, incluso cuando dije: '¡Qué grande es mi desgracia!'
Yo, que en mi turbación llegué a decir: '¡Los hombres son todos mentirosos!'
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo.
¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo,
en los atrios de la Casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. ¡Aleluya!
Acceder al Salmo 116
Salmo 117
¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros, y su fidelidad permanece para siempre. ¡Aleluya!
Acceder al Salmo 117
Salmo 118
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor!
En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó dándome un alivio.
El Señor está conmigo: no temeré; ¿qué podrán hacerme los hombres?
El Señor está conmigo y me ayuda: yo veré derrotados a mis adversarios.
Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres;
es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos.
Todos los paganos me rodearon, pero yo los derroté en el nombre del Señor;
me rodearon por todas partes, pero yo los derroté en el nombre del Señor;
me rodearon como avispas, ardían como fuego en las espinas, pero yo los derroté en el nombre del Señor.
Me empujaron con violencia para derribarme, pero el Señor vino en mi ayuda.
El Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos: 'La mano del Señor hace proezas,
la mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas'.
No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte.
'Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor'.
'Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella'.
Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
el Señor es Dios, y él nos ilumina. 'Ordenen una procesión con ramas frondosas hasta los ángulos del altar'.
Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias; Dios mío, yo te glorifico.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Acceder al Salmo 118
Salmo 119
Felices los que van por un camino intachable, los que siguen la ley del Señor,
Felices los que cumplen sus prescripciones y lo buscan de todo corazón,
los que van por sus caminos, sin hacer ningún mal.
Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente.
¡Ojalá yo me mantenga firme en la observancia de tus preceptos!
Así no sentiré vergüenza, al considerar tus mandamientos.
Te alabaré con un corazón recto, cuando aprenda tus justas decisiones.
Quiero cumplir fielmente tus preceptos: no me abandones del todo.
¿Cómo un joven llevará una vida honesta? Cumpliendo tus palabras.
Yo te busco de todo corazón: no permitas que me aparte de tus mandamientos.
Conservo tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti.
Tú eres bendito, Señor: enséñame tus preceptos.
Yo proclamo con mis labios todos los juicios de tu boca.
Me alegro de cumplir tus prescripciones, más que de todas las riquezas.
Meditaré tus leyes y tendré en cuenta tus caminos.
Mi alegría está en tus preceptos: no me olvidaré de tu palabra.
Sé bueno con tu servidor, para que yo viva y pueda cumplir tu palabra.
Abre mis ojos, para que contemple las maravillas de tu ley.
Soy un peregrino en la tierra, no me ocultes tus mandamientos.
Mi alma se consume, deseando siempre tus decisiones.
Tú amenazas a esos malditos arrogantes, que se desvían de tus mandamientos.
Aparta de mí la vergüenza y el desprecio, porque yo cumplo tus prescripciones.
Aunque los poderosos se confabulen contra mí, yo meditaré tus preceptos.
Porque tus prescripciones son todo mi deleite, y tus preceptos, mis consejeros.
Mi alma está postrada en el polvo: devuélveme la vida conforme a tu palabra.
Te expuse mi conducta y tú me escuchaste: enséñame tus preceptos.
Instrúyeme en el camino de tus leyes, y yo meditaré tus maravillas.
Mi alma llora de tristeza: consuélame con tu palabra.
Apártame del camino de la mentira, y dame la gracia de conocer tu ley.
Elegí el camino de la verdad, puse tus decretos delante de mí.
Abracé tus prescripciones: no me defraudes, Señor.
Correré por el camino de tus mandamientos, porque tú me infundes ánimo.
Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección.
Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón.
Condúceme por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo puesta mi alegría.
Inclina mi corazón hacia tus prescripciones y no hacia la codicia.
Aparta mi vista de las cosas vanas; vivifícame con tu palabra.
Cumple conmigo tu promesa, la que hiciste a tus fieles.
Aparta de mí el oprobio que temo, porque tus juicios son benignos.
Yo deseo tus mandamientos: vivifícame por tu justicia.
Que llegue hasta mí tu misericordia, Señor, y tu salvación conforme a tu promesa.
Así responderé a los que me insultan, porque confío en tu palabra.
No quites de mi boca la palabra verdadera, porque puse mi esperanza en tus juicios.
Yo cumpliré fielmente tu ley: lo haré siempre, eternamente.
Y caminaré por un camino espacioso, porque busco tus preceptos.
Hablaré de tus prescripciones delante de los reyes, y no quedaré confundido.
Me deleitaré en tus mandamientos, que yo amo tanto.
Elevaré mis manos hacia tus mandamientos y meditaré en tus preceptos.
Acuérdate de la palabra que me diste, con la que alentaste mi esperanza.
Lo que me consuela en la aflicción es que tu palabra me da la vida.
Los orgullosos se burlan de mí como quieren, pero yo no me desvío de tu ley.
Me acuerdo, Señor, de tus antiguos juicios, y eso me sirve de consuelo.
Me lleno de indignación ante los pecadores, ante los que abandonan tu ley.
Tus preceptos son para mí como canciones, mientras vivo en el destierro.
Por la noche, Señor, me acuerdo de tu Nombre, y quiero cumplir tu ley.
Esto me ha sucedido porque he observado tus mandamientos.
El Señor es mi herencia: yo he decidido cumplir tus palabras.
Procuro de todo corazón que me mires con bondad; ten piedad de mí, conforme a tu promesa.
Examino atentamente mis caminos, y dirijo mis pasos hacia tus prescripciones.
Me apresuro, sin titubear, a cumplir tus mandamientos.
Los lazos de los malvados me rodean, pero yo no me olvido de tu ley.
Me levanto a medianoche para alabarte por tus justas decisiones.
Soy amigo de todos tus fieles, de los que cumplen tus leyes.
La tierra, Señor, está llena de tu amor; enséñame tus preceptos.
Tú fuiste bueno con tu servidor, de acuerdo con tu palabra, Señor.
Enséñame la discreción y la sabiduría, porque confío en tus mandamientos.
Antes de ser afligido, estaba descarriado; pero ahora cumplo tu palabra.
Tú eres bueno y haces el bien: enséñame tus mandamientos.
Los orgullosos traman engaños contra mí: pero yo observo tus preceptos.
Ellos tienen el corazón endurecido, yo, en cambio, me regocijo en tu ley.
Me hizo bien sufrir la humillación, porque así aprendí tus preceptos.
Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata.
Tus manos me hicieron y me formaron; instrúyeme, para que aprenda tus mandamientos.
Tus fieles verán con alegría que puse mi esperanza en tu palabra.
Yo sé que tus juicios son justos, Señor, y que me has humillado con razón.
Que tu misericordia me consuele, de acuerdo con la promesa que me hiciste.
Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré, porque tu ley es toda mi alegría.
Que se avergüencen los orgullosos, porque me afligen sin motivo; yo, en cambio, meditaré tus preceptos.
Que se vuelvan hacia mí tus fieles; los que tienen en cuenta tus prescripciones.
Que mi corazón cumpla íntegramente tus preceptos, para que yo no quede confundido.
Mi alma se consume por tu salvación; yo espero en tu palabra.
Mis ojos se consumen por tu palabra, ¿cuándo me consolarás?
Aunque estoy como un odre resecado por el humo, no me olvido de tus preceptos.
¿Cuántos serán los días de mi vida? ¿Cuándo juzgarás a mis perseguidores?
Los orgullosos me cavan fosas, oponiéndose a tu ley.
Todos tus mandamientos son verdaderos; ayúdame, porque me persiguen sin motivo.
Por poco me hacen desaparecer de la tierra; pero yo no abandono tus preceptos.
Vivifícame por tu misericordia, y cumpliré tus prescripciones.
Tu palabra, Señor, permanece para siempre, está firme en el cielo.
Tu verdad permanece por todas las generaciones; tú afirmaste la tierra y ella subsiste.
Todo subsiste hasta hoy conforme a tus decretos, porque todas las cosas te están sometidas.
Si tu ley no fuera mi alegría, ya hubiera sucumbido en mi aflicción.
Nunca me olvidaré de tus preceptos: por medio de ellos, me has dado la vida.
Sálvame, porque yo te pertenezco y busco tus preceptos.
Los malvados están al acecho para perderme, pero yo estoy atento a tus prescripciones.
He comprobado que toda perfección es limitada: ¡qué amplios, en cambio, son tus mandamientos!
¡Cuánto amo tu ley, todo el día la medito!
Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos, porque siempre me acompañan.
Soy más prudente que todos mis maestros, porque siempre medito tus prescripciones.
Soy más inteligente que los ancianos, porque observo tus preceptos.
Yo aparto mis pies del mal camino, para cumplir tu palabra.
No me separo de tus juicios, porque eres tú el que me enseñas.
¡Qué dulce es tu palabra para mi boca, es más dulce que la miel!
Tus preceptos me hacen comprender: por eso aborrezco el camino de la mentira.
Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino.
Hice el juramento —y lo sostengo— de cumplir tus justas decisiones.
Estoy muy afligido, Señor: vivifícame, conforme a tu palabra.
Acepta, Señor, las ofrendas de mis labios, y enséñame tus decisiones.
Mi vida está en constante peligro, pero yo no me olvido de tu ley.
Los pecadores me tienden una trampa, pero yo no me aparto de tus preceptos.
Tus prescripciones son mi herencia para siempre, porque alegran mi corazón.
Estoy decidido a cumplir tus preceptos, siempre y a la perfección
Detesto la doblez del corazón y amo tu ley,
Tú eres mi amparo y mi escudo: yo espero en tu palabra.
Que los malvados se aparten de mí: yo cumpliré los mandamientos de mi Dios.
Sé mi sostén conforme a tu promesa, y viviré: que mi esperanza no quede defraudada.
Dame tu apoyo y seré salvado, y fijaré la mirada en tus preceptos.
Tú abandonas a los que se desvían de tus preceptos, porque todo lo que piensan es mentira.
Tú eliminas como escoria a los impíos, por eso amo tus prescripciones.
Mi carne se estremece de temor por ti, y respeto tus decisiones.
He obrado conforme al derecho y a la justicia: no me entregues a mis opresores.
Otorga una garantía a mi favor, para que no me opriman los orgullosos.
Mis ojos se consumen por tu salvación y por tu promesa de justicia.
Trátame conforme a tu bondad, y enséñame tus preceptos.
Yo soy tu servidor: instrúyeme, y así conoceré tus prescripciones.
Ha llegado, Señor, el tiempo de obrar; han quebrantado tu ley.
Por eso amo tus mandamientos y los prefiero al oro más fino.
Por eso me guío por tus preceptos y aborrezco todo camino engañoso.
Tus prescripciones son admirables: por eso las observo.
La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al ignorante.
Abro mi boca y aspiro hondamente, porque anhelo tus mandamientos.
Vuelve tu rostro y ten piedad de mí; es justo que lo hagas con los que aman tu Nombre.
Afirma mis pasos conforme a tu palabra, para que no me domine la maldad.
Líbrame de la opresión de los hombres, y cumpliré tus mandamientos.
Que brille sobre mí la luz de tu rostro, y enséñame tus preceptos.
Ríos de lágrimas brotaron de mis ojos, porque no se cumple tu ley.
Tú eres justo, Señor, y tus juicios son rectos.
Tú impones tus prescripciones con justicia y con absoluta lealtad.
El celo me consume, porque mis adversarios olvidan tu palabra.
Tu palabra está bien acrisolada, y por eso la amo.
Soy pequeño y despreciable, pero no olvido tus preceptos.
Tu justicia es eterna y tu ley es la verdad.
Cuando me asalta la angustia y la opresión, tus mandamientos son toda mi alegría.
La justicia de tus prescripciones es eterna; instrúyeme y viviré.
Yo clamo de todo corazón: escúchame, Señor, y observaré tus preceptos.
Clamo a ti: sálvame, y cumpliré tus prescripciones.
Me anticipo a la aurora para implorar tu ayuda; yo espero en tu palabra.
Mis ojos se anticipan a las vigilias de la noche, para meditar tus enseñanzas.
Por tu amor, oye mi voz, Señor; vivifícame por tu justicia.
Se acercan a mí los que me persiguen con perfidia, los que están alejados de tu ley.
Pero tú estás cerca, Señor, y todos tus mandamientos son verdaderos.
Yo sé desde hace mucho tiempo que tú afirmaste para siempre tus prescripciones.
Mira mi aflicción y líbrame, porque no me olvido de tu ley.
Defiende mi causa y sálvame; vivifícame, conforme a tu promesa.
La salvación está lejos de los impíos, porque no buscan tus preceptos.
Tu compasión es muy grande, Señor; vivifícame por tu justicia.
Son muchos los que me persiguen y me oprimen, pero yo no me desvié de tus prescripciones.
Veo a los pecadores y siento indignación, porque no cumplen tu palabra.
Mira, Señor, que yo amo tus preceptos: vivifícame por tu amor.
Lo primordial de tu palabra es la verdad, y tus justos juicios permanecen para siempre.
Los poderosos me persiguen sin motivo, pero yo temo únicamente tu palabra.
Yo me alegro en tu promesa, como quien logra un gran botín.
Odio y aborrezco la mentira; en cambio, amo tu ley.
Te bendigo muchas veces al día, porque tus juicios son justos.
Los que aman tu ley gozan de una gran paz, nada los hace tropezar.
Yo espero tu salvación, Señor, y cumplo tus mandamientos.
Mi alma observa tus prescripciones, y las ama intensamente.
Yo observo tus mandamientos y tus prescripciones, porque tú conoces todos mis caminos.
Que mi clamor se acerque a ti, Señor: instrúyeme conforme a tu palabra.
Que mi plegaria llegue a tu presencia: líbrame, conforme a tu promesa.
Que mis labios expresen tu alabanza, porque me has enseñado tus preceptos.
Que mi lengua se haga eco de tu promesa, porque todos tus mandamientos son justos.
Que tu mano venga en mi ayuda, porque yo elegí tus preceptos.
Yo ansío tu salvación, Señor, y tu ley es toda mi alegría.
Que yo viva y pueda alabarte, y que tu justicia venga en mi ayuda.
Ando errante como una oveja perdida: ven a buscar a tu servidor. Yo nunca olvido tus mandamientos.
Acceder al Salmo 119
Salmo 120
En mi aflicción invoqué al Señor, y él me respondió.
¡Líbrame, Señor, de los labios mentirosos y de la lengua traicionera.
¿Con qué te castigará el Señor, lengua traicionera?
Con flechas afiladas de guerrero y con brasas de retama.
¡Ay de mí, que estoy desterrado en Mésec, y vivo en los campamentos de Quedar!
Mucho tiempo he convivido con los que odian la paz.
Cuando yo hablo de paz, ellos declaran la guerra.
Acceder al Salmo 120