Libro de los Salmos - Salmos 121 a 135

Paz y tranquilidad para su vida

Salmo 121

1

Levanto mis ojos a las montañas: ¿de dónde me vendrá la ayuda?

2

La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

3

Él no dejará que resbale tu pie: ¡tu guardián no duerme!

4

No, no duerme ni dormita él guardián de Israel.

5

El Señor es tu guardián, es la sombra protectora a tu derecha:

6

de día, no te dañará el sol, ni la luna de noche.

7

El Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida.

8

Él te protegerá en la partida y el regreso, ahora y para siempre.


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Salmo 122

1

¡Qué alegría cuando me dijeron: 'Vamos a la Casa del Señor'!

2

Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén.

3

Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa.

4

Allí suben las tribus, las tribus del Señor —según es norma en Israel— para celebrar el nombre del Señor.

5

Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David.

6

Auguren la paz a Jerusalén: '¡Vivan seguros los que te aman!

7

¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!'.

8

Por amor a mis hermanos y amigos, diré: 'La paz esté contigo'.

9

Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad.


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Salmo 123

1

Levanto mis ojos hacia ti, que habitas en el cielo.

2

Como los ojos de los servidores están fijos en las manos de su señor, y los ojos de la servidora en las manos de su dueña: así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros.

3

¡Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros, porque estamos hartos de desprecios!

4

Nuestra alma está saturada de la burla de los arrogantes, del desprecio de los orgullosos.


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Salmo 124

1

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte —que lo diga Israel—

2

si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando los hombres se alzaron contra nosotros,

3

nos habrían devorado vivos. Cuando ardió su furor contra nosotros,

4

las aguas nos habrían inundado, un torrente nos habría sumergido,

5

nos habrían sumergido las aguas turbulentas.

6

¡Bendito sea el Señor, que no nos entregó como presa de sus dientes!

7

Nuestra vida se salvó como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y nosotros escapamos.

8

Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.


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Salmo 125

1

Los que confían en el Señor son como el monte Sión, que permanece inconmovible para siempre.

2

Jerusalén está rodeada de montañas: así rodea el Señor a su pueblo, desde ahora y para siempre.

3

No permanecerá el cetro de los malvados sobre la herencia de los justos; no sea que también los justos inclinen sus manos a la maldad.

4

Colma de bienes, Señor, a los buenos y a los rectos de corazón.

5

¡Que el Señor haga ir con los malvados a los que se desvían por caminos tortuosos! ¡Paz a Israel!


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Salmo 126

1

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos:

2

nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. Hasta los mismos paganos decían: '¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!'

3

¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!

4

¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb!

5

Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.

6

El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas.


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Salmo 127

1

Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles; si el Señor no custodia la ciudad, en vano vigila el centinela.

2

Es inútil que ustedes madruguen; es inútil que velen hasta muy tarde y se desvivan por ganar el pan: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

3

Los hijos son un regalo del Señor, el fruto del vientre es una recompensa;

4

como flechas en la mano de un guerrero son los hijos de la juventud.

5

¡Feliz el hombre que llena con ellos su aljaba! No será humillado al discutir con sus enemigos en la puerta de la ciudad.


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Salmo 128

1

¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos!

2

Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien.

3

Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa.

4

¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor!

5

¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén

6

y veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a Israel!


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Salmo 129

1

¡Cuánto me han asediado desde mi juventud —que lo diga Israel—

2

cuánto me han asediado desde mi juventud, pero no pudieron contra mí!

3

Clavaron un arado en mis espaldas y abrieron largos surcos.

4

Pero el Señor, que es justo, rompió el yugo de los impíos.

5

¡Retrocedan llenos de vergüenza todos los que aborrecen a Sión:

6

sean como la hierba de los techos, que se seca antes de ser arrancada!

7

Con ella, el segador no llena su mano, ni cubre su pecho el que ata las gavillas.

8

Y nadie comenta al pasar: 'El Señor los ha bendecido'. Descienda sobre ustedes nuestra bendición, en el nombre del Señor.


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Salmo 130

1

Desde lo más profundo te invoco, Señor.

2

¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria.

3

Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir?

4

Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido.

5

Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra.

6

Mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora. Como el centinela espera la aurora,

7

espere Israel al Señor, porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia:

8

él redimirá a Israel de todos sus pecados.


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Salmo 131

1

Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas.

2

No, yo aplaco y modero mis deseos: como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí.

3

Espere Israel en el Señor, desde ahora y para siempre.


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Salmo 132

1

Acuérdate, Señor, en favor de David, de todos sus desvelos,

2

Del juramento que prestó al Señor, del voto que hizo al Fuerte de Jacob:

3

'No entraré bajo el techo de mi casa ni me acostaré en mi propio lecho;

4

no daré descanso a mis ojos ni reposo a mis párpados,

5

hasta que encuentre un lugar para el Señor, una Morada para el Fuerte de Jacob'.

6

Sí, oímos hablar del Arca en Efratá, y la encontramos en los campos de Jaar.

7

¡Entremos en su Morada, postrémonos ante el estrado de sus pies!

8

¡Levántate, Señor, entra en el lugar de tu Reposo, tú y tu Arca poderosa!

9

Que tus sacerdotes se revistan de justicia y tus fieles griten de alegría.

10

Por amor a David, tu servidor, no rechaces a tu Ungido.

11

El Señor hizo un juramento a David, una firme promesa, de la que no se retractará: 'Yo pondré sobre tu trono a uno de tus descendientes.

12

Si tus descendientes observan mi alianza y los preceptos que yo les enseñaré, también se sentarán sus hijos en tu trono para siempre'.

13

Porque el Señor eligió a Sión, y la deseó para que fuera su Morada.

14

'Este es mi Reposo para siempre; aquí habitaré, porque lo he deseado.

15

Yo lo bendeciré con abundantes provisiones, y saciaré de pan a sus pobres;

16

revestiré a los sacerdotes con la salvación, y sus fieles gritarán de alegría.

17

Allí haré germinar el poder de David: yo preparé una lámpara para mi Ungido.

18

Cubriré de vergüenza a sus enemigos, y su insignia real florecerá sobre él'.


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Salmo 133

1

¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!

2

Es como el óleo perfumado sobre la cabeza, que desciende por la barba —la barba de Aarón— hasta el borde de sus vestiduras.

3

Es como el rocío del Hermón que cae sobre las montañas de Sión. Allí el Señor da su bendición, la vida para siempre.


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Salmo 134

1

Bendigan al Señor, ustedes, que son sus servidores, los que pasan en la Casa del Señor las horas de la noche.

2

Eleven las manos al Santuario y bendigan al Señor.

3

El Señor que hizo el cielo y la tierra los bendiga desde Sión.


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Salmo 135

1

¡Aleluya! Alaben el nombre del Señor, alábenlo, servidores del Señor,

2

los que están en la Casa del Señor, en los atrios del Templo de nuestro Dios.

3

Alaben al Señor, porque es bueno, canten a su Nombre, porque es amable;

4

porque el Señor eligió a Jacob, a Israel, para que fuera su posesión.

5

Sí, yo sé que el Señor es grande, nuestro Dios está sobre todos los dioses.

6

El Señor hace todo lo que quiere en el cielo y en la tierra, en el mar y en los océanos.

7

Levanta las nubes desde el horizonte, con los relámpagos provoca la lluvia, saca a los vientos de sus depósitos.

8

Él hirió a los primogénitos de Egipto, tanto a los hombres como a los animales:

9

realizó señales y prodigios —en medio de ti, Egipto— contra el Faraón y todos sus ministros.

10

Derrotó a muchas naciones y mató a reyes poderosos:

11

a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán.

12

Y dio sus territorios en herencia, en herencia a su pueblo, Israel.

13

Tu Nombre, Señor, permanece para siempre, y tu recuerdo, por todas las generaciones:

14

porque el Señor defiende a su pueblo y se compadece de sus servidores.

15

Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de las manos de los hombres:

16

tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven;

17

tienen orejas, pero no oyen, y no hay aliento en su boca.

18

¡Que sean como ellos los que los fabrican, y también los que confían en ellos!

19

Pueblo de Israel, bendice al Señor; familia de Aarón, bendice al Señor;

20

familia de Leví, bendice al Señor; fieles del Señor, bendigan al Señor.

21

¡Bendito sea el Señor desde Sión, el que habita en Jerusalén! ¡Aleluya!


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