Salmo 76
Dios es bien conocido en Judá, su Nombre es grande en Israel.
En Jerusalén está su Tienda de campaña, en Sión se levanta su Morada.
Allí quebró las flechas fulgurantes del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra. Pausa
¡Tú eres resplandeciente, majestuoso!
Montañas de botín fueron arrebatadas a los valientes, que ya duermen el sueño de la muerte: a los guerreros no les respondieron los brazos.
Por tu amenaza, Dios de Jacob, quedaron inmóviles los carros de guerra y los caballos.
Sólo tú eres temible: ¿quién podrá resistir delante de ti al ímpetu de tu ira?
Desde el cielo proclamas la sentencia: la tierra tiembla y enmudece,
cuando te alzas para el juicio, Señor, para salvar a los humildes de la tierra. Pausa
Sí, el furor de los hombres tendrá que alabarte, los que sobrevivan al castigo te festejarán.
Hagan votos al Señor, su Dios, y cúmplanlos; los que están a su alrededor, traigan regalos al Temible,
al que deja sin aliento a los príncipes y es temible para los reyes de la tierra.
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Salmo 77
Invocaré al Señor con toda mi voz, gritaré al Señor, y él me escuchará.
Busco al Señor en el momento de mi angustia; de noche, tiendo mi mano sin descanso, y mi alma rechaza todo consuelo.
Yo me acuerdo del Señor, y me lamento; medito, y mi espíritu desfallece: Pausa
tú no me dejas conciliar el sueño, estoy turbado, y no puedo hablar.
Pienso en los tiempos antiguos, me acuerdo de los días pasados;
reflexiono de noche en mi interior, medito, y mi espíritu se pregunta:
¿Puede el Señor rechazar para siempre? ¿Ya no volverá a mostrarse favorable?
¿Se habrá agotado para siempre su amor, y habrá caducado eternamente su promesa?
¿Se habrá olvidado Dios de su clemencia o, en su enojo, habrá contenido su compasión? Pausa
Entonces dije —¡y este es mi dolor!—: '¡Cómo ha cambiado la derecha del Altísimo!'
Yo recuerdo las proezas del Señor, sí, recuerdo sus prodigios de otro tiempo;
evoco todas sus acciones, medito en todas sus hazañas.
Tus caminos son santos, Señor. ¿Hay otro dios grande como nuestro Dios?
Tú eres el Dios que hace maravillas, y revelaste tu poder entre las naciones.
Con tu brazo redimiste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. Pausa
Cuando te vieron las aguas, Señor, cuando te vieron las aguas, temblaron, ¡se agitaron hasta los abismos del mar!
Las nubes derramaron aguaceros, retumbaron los densos nubarrones y zigzaguearon tus rayos.
El trueno resonó en la bóveda del cielo, tus relámpagos iluminaron el mundo, tembló y se tambaleó la tierra.
Te abriste un camino entre las aguas, un sendero entre las aguas caudalosas, y no quedó ningún rastro de tus huellas.
Tú guiaste a tu pueblo como a un rebaño, por medio de Moisés y de Aarón.
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Salmo 78
yo voy a recitar un poema, a revelar enigmas del pasado.
Lo que hemos oído y aprendido, lo que nos contaron nuestros padres,
no queremos ocultarlo a nuestros hijos, lo narraremos a la próxima generación: son las glorias del Señor y su poder, las maravillas que él realizó.
El Señor dio una norma a Jacob, estableció una ley en Israel, y ordenó a nuestros padres enseñar estas cosas a sus hijos.
Así las aprenderán las generaciones futuras y los hijos que nacerán después; y podrán contarlas a sus propios hijos,
para que pongan su confianza en Dios, para que no se olviden de sus proezas y observen sus mandamientos.
Así no serán como sus padres, una raza obstinada y rebelde, una raza de corazón inconstante y de espíritu infiel a Dios:
como los arqueros de la tribu de Efraím, que retrocedieron en el momento del combate.
Ellos no mantuvieron su alianza con Dios, se negaron a seguir su ley;
olvidaron las proezas del Señor y las maravillas que les hizo ver.
El Señor hizo prodigios a la vista de sus padres, en la tierra de Egipto, en los campos de Tanis;
abrió el Mar para darles paso y contuvo las aguas como un dique;
de día los guiaba con la nube y de noche, con el resplandor del fuego.
Partió las rocas en el desierto y les dio de beber a raudales:
sacó manantiales del peñasco, hizo correr las aguas como ríos.
Pero volvieron a pecar contra él y a rebelarse contra el Altísimo en el desierto:
tentaron a Dios en sus corazones, pidiendo comida a su antojo.
Hablaron contra Dios, diciendo: '¿Acaso tiene Dios poder suficiente para preparar una mesa en el desierto?
Es verdad que cuando golpeó la roca, brotó el agua y desbordaron los torrentes; pero ¿podrá también darnos pan y abastecer de carne a su pueblo?'.
El Señor, al oírlos, se indignó, y un fuego se encendió contra Jacob; su enojo se alzó contra Israel,
porque no creyeron en Dios ni confiaron en su auxilio.
Entonces mandó a las nubes en lo alto y abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos el maná, les dio como alimento un trigo celestial;
todos comieron un pan de ángeles, les dio comida hasta saciarlos.
Hizo soplar desde el cielo el viento del este, atrajo con su poder el viento del sur;
hizo llover sobre ellos carne como polvo y pájaros como arena del mar:
los dejó caer en medio del campamento, alrededor de sus carpas.
Ellos comieron y se hartaron, el Señor les dio lo que habían pedido;
pero apenas saciaron su avidez, cuando aún estaban con la boca llena,
la ira del Señor se desató contra ellos: hizo estragos entre los más fuertes y abatió a lo mejor de Israel.
A pesar de todo, volvieron a pecar y no creyeron en sus maravillas;
por eso él acabó sus días como un soplo, y sus años en un solo instante.
Cuando los hacía morir, lo buscaban y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca, y el Altísimo, su libertador.
Pero lo elogiaban de labios para afuera y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él y no eran fieles a su alianza.
El Señor, que es compasivo, los perdonaba en lugar de exterminarlos; una y otra vez reprimió su enojo y no dio rienda suelta a su furor:
sabía que eran simples mortales, un soplo que pasa y ya no vuelve.
¡Cuántas veces lo irritaron en el desierto y lo afligieron en medio de la soledad!
Volvían a tentar a Dios y a exasperar al Santo de Israel,
sin acordarse de lo que hizo su mano, cuando los rescató de la opresión.
Porque él hizo portentos en Egipto y prodigios en los campos de Tanis;
convirtió en sangre sus canales, y también sus ríos, para que no bebieran;
les mandó tábanos voraces y ranas que hacían estragos.
Entregó sus cosechas al pulgón y el fruto de sus trabajos a las langostas;
destruyó sus viñedos con el granizo y sus higueras con la helada;
desató la peste contra el ganado y la fiebre contra los rebaños.
Lanzó contra ellos el ardor de su enojo, su ira, su furor y su indignación —un tropel de mensajeros de desgracias—
dando así libre curso a su furor; no los quiso librar de la muerte, hizo que la peste acabara con sus vidas.
Hirió a los primogénitos de Egipto, a los hijos mayores de la tierra de Cam;
sacó a su pueblo como a un rebaño, y los guió como a ovejas por el desierto:
los condujo seguros y sin temor, mientras el Mar cubría a sus adversarios.
Los llevó hasta su Tierra santa, hasta la Montaña que adquirió con su mano;
delante de ellos expulsó a las naciones, les asignó por sorteo una herencia e instaló en sus carpas a las tribus de Israel.
Pero ellos tentaron e irritaron a Dios, no observaron los preceptos del Altísimo;
desertaron y fueron traidores como sus padres, se desviaron como un arco fallido.
Lo afligieron con sus lugares de culto, le provocaron celos con sus ídolos:
Dios lo advirtió y se llenó de indignación, y rechazó duramente a Israel.
Abandonó la Morada de Silo, la Carpa donde habitaba entre los hombres;
entregó su Fortaleza al cautiverio, su Arca gloriosa en manos del enemigo.
Entregó su pueblo a la espada, se enfureció contra su herencia;
el fuego devoró a sus jóvenes, y no hubo canto nupcial para sus vírgenes;
sus sacerdotes cayeron bajo la espada, y sus viudas no pudieron celebrar el duelo.
Pero el Señor se levantó como de un sueño, como un guerrero adormecido por el vino:
él hirió al enemigo con la espada, le infligió una derrota completa.
Rechazó a los campamentos de José y no eligió a la tribu de Efraím:
eligió a la tribu de Judá, a la montaña de Sión, su predilecta.
Construyó su Santuario como el cielo en lo alto, como la tierra, que cimentó para siempre;
y eligió a David, su servidor, sacándolo de entre los rebaños de ovejas.
Cuando iba detrás de las ovejas, lo llamó para que fuera pastor de Jacob, su pueblo, y de Israel, su herencia;
él los apacentó con integridad de corazón y los guió con la destreza de su mano.
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Salmo 79
Oh Dios, los gentiles han invadido tu heredad, han profanado tu santo Templo, han dejado en ruinas Jerusalén;
dieron los cadáveres de tus servidores como pasto a las aves del cielo, y la carne de tus amigos, a las fieras de la tierra.
Derramaron su sangre como agua alrededor de Jerusalén y nadie les daba sepultura.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre? ¿Arderán tus celos como un fuego?
Derrama tu furor sobre las naciones que no te reconocen, y sobre los reinos que no invocan tu Nombre,
porque han devorado a Jacob, y han devastado su dominio.
No recuerdes para nuestro mal las culpas de otros tiempos; compadécete pronto de nosotros, porque estamos totalmente abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu Nombre.
¿Por qué han de decir los paganos: '¿Dónde está su Dios?' Que se ponga de manifiesto entre las naciones, ante nuestros propios ojos, cómo has vengado la sangre de tus servidores, que ha sido derramada.
Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos, preserva con tu brazo poderoso a los que están condenados a muerte.
Devuelve siete veces a nuestros vecinos la afrenta que te hicieron, Señor.
Y nosotros, que somos tu pueblo y las ovejas de tu rebaño, te daremos gracias para siempre, y cantaremos tus alabanzas por todas las generaciones.
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Salmo 80
Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; reafirma tu poder y ven a salvarnos.
¡Restáuranos, Señor de los ejércitos, que brille tu rostro y seremos salvados!
Señor de los ejércitos, ¿hasta cuándo durará tu enojo, a pesar de las súplicas de tu pueblo?
Les diste de comer un pan de lágrimas, les hiciste beber lágrimas a raudales;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros.
¡Restáuranos, Señor de los ejércitos, que brille tu rostro y seremos salvados!
Tú sacaste de Egipto una vid, expulsaste a los paganos y la plantaste;
le preparaste el terreno, echó raíces y llenó toda la región.
Las montañas se cubrieron con su sombra, y los cedros más altos con sus ramas;
extendió sus sarmientos hasta el mar y sus retoños hasta el Río.
¿Por qué has derribado sus cercos para que puedan saquearla todos los que pasan?
Los jabalíes del bosque la devastan y se la comen los animales del campo.
Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso.
¡Que perezcan ante el furor de tu mirada los que le prendieron fuego y la talaron!
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
¡Restáuranos, Señor de los ejércitos, que brille tu rostro y seremos salvados!
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Salmo 81
¡Aclamad a Dios, nuestra fuerza, vitoread al Dios de Jacob!
¡Tañed, tocad el tamboril, la melodiosa cítara y el arpa;
tocad la trompeta por el nuevo mes, por la luna llena, que es nuestra fiesta!
Porque es una ley para Israel, una norma del Dios de Jacob;
un dictamen que impuso a José al salir del país de Egipto. Se oye una lengua desconocida:
Yo liberé sus hombros de la carga, sus manos la espuerta abandonaron;
en la aflicción gritaste y te salvé. Te respondí oculto en el trueno te probé en las aguas de Meribá. Pausa.
Escucha, pueblo mío, te conjuro, ¡ojalá me escucharas, Israel!
No tendrás un dios extranjero, no adorarás a un dios extraño.
Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saqué del país de Egipto; abre tu boca y yo la llenaré.
Pero mi pueblo no me escuchó, Israel no me obedeció;
los abandoné a su corazón obstinado, para que caminaran según sus caprichos.
¡Ojalá me escuchara mi pueblo e Israel siguiera mis caminos,
abatiría al punto a sus enemigos, contra sus adversarios volvería mi mano!
Los que odian a Yahvé lo adularían y su suerte quedaría fijada;
lo sustentaría con flor de trigo, lo saciaría con miel de la peña
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Salmo 82
Salmo de Asaf. El Señor se levanta en la asamblea divina y juzga en medio de los dioses;
'¿Hasta cuándo juzgarán injustamente y favorecerán a los malvados? Pausa
¡Defiendan al desvalido y al huérfano, hagan justicia al oprimido y al pobre;
libren al débil y al indigente, rescátenlos del poder de los impíos!'
Pero ellos caminan en la oscuridad, faltos de inteligencia y comprensión, mientras vacilan los fundamentos de la tierra.
Yo había pensado: 'Ustedes son dioses, todos son hijos del Altísimo'.
Pero morirán como cualquier hombre, caerán como cualquiera de los príncipes.
Levántate, Señor, juzga a la tierra, porque tú eres el dueño de todas las naciones.
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Salmo 83
¡Señor, no te quedes callado, Dios mío, no guardes silencio, no permanezcas inmóvil!
Mira cómo se agitan tus enemigos y alzan la cabeza tus adversarios:
hacen planes contra tu pueblo y conspiran contra tus protegidos.
Dicen: 'Vamos a eliminarlos como nación, que ya ni se mencione el nombre de Israel'.
Así conspiran de común acuerdo y sellan una alianza contra ti.
Son los campamentos de Edóm, los ismaelitas, moabitas y agarenos;
Guebal, Amón y Amalec; Filistea, con los habitantes de Tiro;
hasta los asirios se aliaron con ellos y prestaron ayuda a los descendientes de Lot. Pausa
Trátalos como a Madián y como a Sísara, como a Jabín en el torrente Quisón:
ellos fueron exterminados en Endor y se convirtieron en abono de la tierra.
Trata a sus jefes como a Oreb y a Zeeb, y a sus príncipes como a Zebá y a Salmaná,
los que dijeron: 'Conquistemos para nosotros los territorios del Señor'.
Conviértelos, Dios mío, en hojarasca, en paja agitada por el viento.
Como fuego que abrasa la selva, como llama que incendia las montañas,
persíguelos con tu tormenta, llénalos de terror con tu borrasca.
Cúbreles el rostro de ignominia, para que busquen tu Nombre, Señor.
Queden avergonzados, aterrados para siempre, y desaparezcan llenos de confusión,
para que reconozcan que sólo tú llevas el nombre de 'Señor', el Altísimo sobre toda la tierra.
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Salmo 84
¡Qué amable es tu Morada, Señor del Universo!
Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente.
Hasta el gorrión encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones, junto a tus altares, Señor del universo, mi Rey y mi Dios.
¡Felices los que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! Pausa
¡Felices los que encuentran su fuerza en ti, al emprender la peregrinación!
Al pasar por el valle árido, lo convierten en un oasis; caen las primeras lluvias, y lo cubren de bendiciones;
ellos avanzan con vigor siempre creciente hasta contemplar a Dios en Sión.
Señor del universo, oye mi plegaria, escucha, Dios de Jacob; Pausa
protege, Dios, a nuestro Escudo y mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un día en tus atrios que mil en otra parte; yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios antes que vivir entre malvados.
Porque el Señor es sol y escudo; el Señor da la gracia y la gloria, y no niega sus bienes a los que proceden con rectitud.
¡Señor del universo, feliz el hombre que confía en ti!
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Salmo 85
Fuiste propicio, Señor, con tu tierra, cambiaste la suerte de Jacob;
perdonaste la culpa de tu pueblo, lo absolviste de todos sus pecados; Pausa
reprimiste toda tu indignación y aplacaste el ardor de tu enojo.
¡Restáuranos, Dios, salvador nuestro; olvida tu aversión hacia nosotros!
¿Vas a estar enojado para siempre? ¿Mantendrás tu ira eternamente?
¿No volverás a darnos la vida, para que tu pueblo se alegre en ti?
¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación!
Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos, y para los que se convierten de corazón.
Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos.
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Salmo 86
Oración de David. Inclina tu oído, Señor, respóndeme, porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles, salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor, porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica!
Yo te invoco en el momento de la angustia, porque tú me respondes.
No hay otro dios igual a ti, Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todas las naciones que has creado vendrán a postrarse delante de ti, y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío, y eres el único que hace maravillas.
Indícame tu camino, Señor, para que yo viva según tu verdad; orienta totalmente mi corazón al temor de tu Nombre.
Te daré gracias, Dios mío, de todo corazón, y glorificaré tu Nombre eternamente;
porque es grande el amor que me tienes, y tú me libraste del fondo del Abismo.
Dios mío, los orgullosos se levantaron contra mí, y una banda de forajidos atenta contra mi vida sin preocuparse para nada de ti.
Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarte, rico en amor y fidelidad,
vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí; fortalece a tu servidor, salva al hijo de tu servidora.
Dame una prueba de tu bondad, para que mis adversarios queden confundidos, al ver que tú, Señor, eres mi ayuda y mi consuelo.
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Salmo 87
De los hijos de Coré. Salmo. Canto. ¡Esta es la Ciudad que fundó el Señor sobre las santas Montañas!
Él ama las puertas de Sión más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti, Ciudad de Dios: Pausa
'Contaré a Egipto y a Babilonia entre aquellos que me conocen; filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella'.
Así se hablará de Sión: 'Este, y también aquel, han nacido en ella, y el Altísimo en persona la ha fundado'.
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá: 'Este ha nacido en ella'. Pausa
Y todos cantarán, mientras danzan: 'Todas mis fuentes de vida están en ti'.
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Salmo 88
Canto. Salmo de los hijos de Coré. Del maestro de coro. Para la enfermedad. Para la aflicción. Poema de Hemán, el Aborigen.
¡Señor, mi Dios y mi salvador, día y noche estoy clamando ante ti:
que mi plegaria llegue a tu presencia; inclina tu oído a mi clamor!
Porque estoy saturado de infortunios, y mi vida está al borde del Abismo;
me cuento entre los que bajaron a la tumba, y soy como un hombre sin fuerzas.
Yo tengo mi lecho entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, como aquellos en los que tú ya ni piensas, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has puesto en lo más hondo de la fosa, en las regiones oscuras y profundas;
tu indignación pesa sobre mí, y me estás ahogando con tu oleaje. Pausa
Apartaste de mí a mis conocidos, me hiciste despreciable a sus ojos; estoy prisionero, sin poder salir,
y mis ojos se debilitan por la aflicción. Yo te invoco, Señor, todo el día, con las manos tendidas hacia ti.
¿Acaso haces prodigios por los muertos, o se alzan los difuntos para darte gracias? Pausa
¿Se proclama tu amor en el sepulcro, o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se anuncian tus maravillas en las tinieblas, o tu justicia en la tierra del olvido?
Yo invoco tu ayuda, Señor, desde temprano te llega mi plegaria:
¿Por qué me rechazas, Señor? ¿Por qué me ocultas tu rostro?
Estoy afligido y enfermo desde niño, extenuado bajo el peso de tus desgracias;
tus enojos pasaron sobre mí, me consumieron tus terribles aflicciones.
Me rodean todo el día como una correntada, me envuelven todos a la vez.
Tú me separaste de mis parientes y amigos, y las tinieblas son mis confidentes.
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Salmo 89
Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho: 'Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo.
Yo sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a David, mi servidor:
'Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones''.
El cielo celebre tus maravillas, Señor, y tu fidelidad en la asamblea de los santos,
porque, ¿quién es comparable al Señor en las alturas? ¿quién es como el Señor entre los hijos de Dios?
Dios es temible en el consejo de los santos, más grande y terrible que cuantos están a su alrededor?
Señor, Dios del universo, ¿hay alguien como tú? Tú eres fuerte y estás rodeado de fidelidad.
Tú dominas la soberbia del mar y calmas la altivez de sus olas;
tú aplastaste a Rahab como a un cadáver, deshiciste a tus enemigos con tu brazo poderoso.
Tuyo es el cielo, tuya la tierra: tú cimentaste el mundo y todo lo que hay en él;
tú has creado el norte y el sur, el Hermón y el Tabor aclaman tu Nombre.
Tu brazo está lleno de poder, tu mano es fuerte, alta es tu derecha;
la Justicia y el Derecho son la base de tu trono, el Amor y la Fidelidad te preceden.
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte! Ellos caminarán a la luz de tu rostro;
se alegrarán sin cesar en tu Nombre, serán exaltados a causa de tu justicia.
Porque tú eres su gloria y su fuerza; con tu favor, acrecientas nuestro poder.
Sí, el Señor es nuestro escudo, el Santo de Israel es realmente nuestro rey.
Tú hablaste una vez en una visión y dijiste a tus amigos: 'Impuse la corona a un valiente, exalté a un guerrero del pueblo.
Encontré a David, mi servidor, y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga poderoso.
El enemigo no lo aventajará, ni podrán oprimirlo los malvados:
yo aplastaré a sus adversarios ante él y golpearé a los que lo odian.
Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán, su poder crecerá a causa de mi Nombre:
extenderé su mano sobre el mar y su derecha sobre los ríos.
Él me dirá: 'Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora'.
Yo lo constituiré mi primogénito, el más alto de los reyes de la tierra.
Le aseguraré mi amor eternamente, y mi alianza será estable para él;
le daré una descendencia eterna y un trono duradero como el cielo.
Si sus hijos abandonan mi enseñanza y no proceden de acuerdo con mis juicios; si profanan mis preceptos y no observan mis mandamientos, castigaré sus rebeldías con la vara y sus culpas, con el látigo.
Pero a él no le retiraré mi amor ni desmentiré mi fidelidad;
no quebrantaré mi alianza ni cambiaré lo que salió de mis labios.
Una vez juré por mi santidad —¡jamás mentiré a David!—:
'Su descendencia permanecerá para siempre y su trono, como el sol en mi presencia;
como la luna, que permanece para siempre, será firme su sede en las alturas'. Pausa
Pero tú te has irritado contra tu Ungido, lo has rechazado y despreciado;
desdeñaste la alianza con tu servidor, profanaste por tierra su insignia real.
Abriste brechas en todas sus murallas, redujiste a escombros todas sus fortalezas;
los que pasan por el camino lo despojan, y es la burla de todos sus vecinos.
Alzaste la mano de sus adversarios, llenaste de alegría a sus enemigos;
mellaste el filo de su espada y no lo sostuviste en el combate.
Le quitaste su cetro glorioso y derribaste por tierra su trono;
abreviaste los días de su juventud y lo cubriste de vergüenza. Pausa
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Te ocultarás para siempre? ¿Arderá tu furor como el fuego?
Recuerda, Señor, qué corta es mi vida y qué efímeros creaste a los hombres.
¿Quién vivirá sin ver la muerte? ¿Quién se librará de las garras del Abismo? Pausa
¿Dónde está, Señor, tu amor de otro tiempo, el que juraste a David por tu fidelidad?
Recuerda, Señor, las afrentas de tu servidor: yo tengo que soportar los insultos de los pueblos.
¡Cómo afrentan, Señor, tus enemigos, cómo afrentan las huellas de tu Ungido! * * *
¡Bendito sea el Señor eternamente! ¡Amén! ¡Amén!
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Salmo 90
Oración de Moisés, hombre de Dios. Señor, tú has sido nuestro refugio a lo largo de las generaciones.
Antes que fueran engendradas las montañas, antes que nacieran la tierra y el mundo, desde siempre y para siempre, tú eres Dios.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: 'Vuelvan, seres humanos'.
Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.
Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita.
¡Estamos consumidos por tu ira y consternados por tu indignación!
Pusiste nuestras culpas delante de tus ojos, y nuestros secretos a la luz de tu mirada.
Nuestros días transcurren bajo el peso de tu enojo, y nuestros años se acaban como un suspiro.
Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta, si tenemos más vigor: en su mayor parte son fatiga y miseria, porque pasan pronto, y nosotros nos vamos.
¿Quién puede conocer la violencia de tu enojo y ver el fondo de tu indignación?
Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores.
Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida.
Alégranos por los días en que nos afligiste, por los años en que soportamos la desgracia.
Que tu obra se manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos.
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